jueves

59.

Distintos e improbables, como dos copos de nieve, separados al nacer, destinados a un futuro incierto. Así éramos. Así éramos, en esas noches en las que el cielo se nos quedaba pequeño, cuando las cosquillas de mi tripa eran producidas por tu mirada. Cuando la fugacidad de tu sonrisa me acechaba hasta en sueños; qué difícil era decirle que no a esos ojos, mi amor. Tus dedos con los míos, volando por encima de todos, eran cosa de magia, porque lo que desataban aquí adentro no tiene otra explicación. Recuerdo que alguien me dijo que es pecado sucumbir ante las tentaciones de la piel, pero mi sonrisa siempre ha ido en contra del viento, así que pienso que lo más sensato sería dejarse llevar, y a la mierda con la autodestrucción.

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