jueves

65.

Hoy he vuelto al lugar en el que me enamoré de ti. Todo sigue igual por allí. Las olas rugían tu nombre y el viento parecía que silvaba todos los secretos que no me atrevo a gritar al mundo. El sol había desaparecido y el agua estaba helada, aunque desde que te fuiste todo lo está. Las huellas que dejamos en la arena ya no estaban, y también había desaparecido tu nombre, que dejé marcado a fuego en aquellas rocas. Tampoco había ni rastro de tu perfume; esa fugacidad fue lo que más me asustó. Lo efímero de los días. El lugar que fue testigo de nuestra felicidad ha olvidado cómo sonaba tu risa y cómo caminábamos juntos por la orilla, pisoteando las olas. Los instantes de felicidad son insignificantes, aunque mi capacidad de recordarlos vivos en mi memoria sigue intacta. Y eso vale por dos.

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