sábado

43.

Rogándole a la vida que no sea tan zorra, que ojalá me mire al pasar. Diciéndole que aún sonríe como una niña pero que ya duele como una mujer; que después de ella, todo me parece insuficiente. Bailando con la muerte mientras me mira desde esa esquina, gritándole que venía buscándola desde hace tiempo, pasando por alto sus virtudes, contándole a las paredes de las cosas que me susurraba. Rezándole para que se largue, que pueda evadirme y huir de los barrotes de esta jaula etérea y morbosa y sublime. Sabiendo que al hablar de ella no me salía la voz, hicimos lo que nunca pudimos.
Pero de la vida no le preguntes nunca a los cuerdos.

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