sábado

16.

Tengo ganas de ser mala. De jugar con la gente que jugó conmigo, o incluso con otros que no tuvieron nada que ver, que simplemente están en el sitio adecuado en el momento adecuado. Quiero besar sin decir te quiero, perder el control en noches locas. Quiero alguien que me arruine el pintalabios, no el rímel. Estoy harta de cuentos y de príncipes azules que no existen, harta de jueguecitos de crios.
Esta noche llamaré a alguien a quien no conozca mucho, me pondré unos tacones de al menos 10 centímetros, teñiré mis ojos de negro, mi pelo quedará tan espectacular que nadie querrá pasar al lado sin quedarse a oler su fragancia, mi vestido será corto. Me pondré las lentillas del color del vodka. Sacaré a bailar a la pista a un moreno alto y guapo. Pasaré la noche con él, le daré un número falso, y dejaré en manos del destino que vuelva a saber algo de mí. Volveré a casa con los ojos rojos y los tacones en la mano, a las siete de la mañana, despacito y sin hacer ruido. Y cuando me pregunten, fingiré que nada de esto ha pasado, que todo fue un error y que no volverá a pasar.

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